Doce notas - Música y DanzaDoce notas - Música y Danza
 
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Doce Notas Nº 3 (ref1)


octubre-noviembre 1996

Agotada la edición impresa

Dibujo de portada: Miguel Mont.




PVP: 3,00€


SUMARIO

 4  Verena Maschat, una vida dedicada a la formación musical y la danza.
 9  Nuevos centros, nuevas ideas.
12  Las escuelas de música.
16  Instrumentos. El principio fue el viento.
26  Discos.
38  El último tratado español de cifra para tecla.
44  Verdi visto por Laurent.
46  ¿Hay esperanzas para la tonalidad?
54  Mordentes.
58  Agenda de conciertos.
64  Publicaciones.
66  Convocatorias.
68  Cajón desastre.

 

Editorial

Escándalos, griterío y aspavientos cuadran muy bien con los soportes de la comunicación masiva. Es tan obvio que apenas merece la pena insistir. Las sociedades actuales más conscientes comienzan a darse cuenta del grave problema que representa considerar la esfera  artística como parte de la comunicación. También ocurre lo mismo con una cierta concepción del espectáculo cuando éste se propone como modelo para actividades que no son las suyas. Esta serie de consideraciones parece mostrar su lado más duro en la actual sociedad española. Lo grave no es que los grandes medios de comunicación (televisiones a la cabeza) muestren una lógica infame, ni que los grandes diarios deriven hacia la pugna de poder. Lo grave es la falta de respuesta ante un estado de cosas que ha banalizado la actividad cultural hasta el punto de aconsejar su sustitución por fórmulas más próximas al jolgorio. Cuando algunas aventuras informativas apuestan por la superficialidad dan la razón a quienes actúan considerando que hay que eliminar lastre para que la cultura se sitúe a la altura de las normas de la comunicación de masas. Parece claro que la época actual no favorece el cultivo de la cultura sosegada, y esto sucede en concordancia con la ausencia de una auténtica economía de la cultura. Lo que no produce grandes cifras es pronto condenado al limbo de la inoperancia social. Con ello se ataca al principio de servicio público que suponíamos a la cultura. A partir de ahí, toda deriva es imaginable.
Cuando se critica la negligencia de los responsables culturales y nos asombramos ante las incoherencias y mezquindades que gobiernan la gestión cultural de nuestro patio hispano, la perplejidad de que estas cosas sucedan parece rodear de un halo de inocencia a quien lo sufre. Pero ¡qué pocos piensan en la complicidad que reside en la propia pasividad! ¡Y qué pocos parecen darse cuenta de que resistirse no es más que el tener más carácter y hacer valer el peso de ciudadano!