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febrero-abril 1997
Agotada la edición impresa
En portada: arriba, Serpentón, Italia siglo XVI (colección Museo de la musique); en el centro, fragmento de "Les disparus", del artista francés Philippe Laleu; abajo, G. Ligeti.
PVP: 3,00€
SUMARIO
4 Paisaje tras la batalla.
5 Entrevista con Mar Gutiérrez.
8 El grado superior de música.
12 Enseñar el piano contemporáneo.
16 Inauguración en París del Musee de la musique.
24 Las colecciones españolas de instrumentos.
31 ¿Por qué no hay en Madrid un museo de instrumentos?
34 Discos.
43 Mordentes.
45 Ligeti: El mago.
49 El Horspielo pieza radiofónica.
51 Karsavina y los ballets de Diaghilev.
53 Agenda de conciertos.
63 Convocatorias.
64 Cajón desastre.
Editorial
La aventura de Doce Notas está basada en una idea muy sencilla: considerar la educación musical como el cimiento y los primeros pisos del edificio de la actividad musical. Cada estudiante de música es un activo para nuestro país; muchos serán los profesionales del mañana, algunos lo son ya o, lo que es lo mismo, muchos profesionales jóvenes son aún estudiantes en una u otra medida. Otros tantos abandonarán la idea de la dedicación profesional a la música, pero su vida será más rica y está en nuestras manos que se conviertan en grandes aficionados en el sentido más pleno: amantes de algo que posee múltiples facetas y riquezas y que en nada tiene que envidiar a la actividad humana más delicada y exquisita. Por ello nos empeñamos en que se considere al sector de la educación musical con mayor atención y seriedad. También nos empeñamos en sacudir perezas e inercias de los propios estudiantes. Pero nuestra única arma es la información: independiente, libre y responsable. Parece que a algunos el concepto les resulta molesto; si tienen algo que manifestar, las páginas de Doce Notas estarán siempre abiertas para ellos. Para muchos otros, no obstante, la idea de nuestra revista está resultando satisfactoria, lo percibimos por múltiples testimonios. Lo único a lo que nos oponemos frontalmente es a la opacidad,a los climas cerrados y
(perdón por el barbarismo) al «mejor-no-meneallismo». Las situaciones lamentables lo son aún más si permanecen confinadas a las capillas sin que el colectivo de implicados llegue a conocer las claves. Somos conscientes de que hay una tentación casi irresistible a acusar al mensajero (y Doce Notas no es más que eso), pero ya se acostumbrarán aquéllos a quienes moleste la circulación informativa; mucho más grave y dañino es el silencio. Mientras tanto, unimos nuestras mejores esperanzas a los que estimulan los numerosos esfuerzos individuales de tantos jóvenes que se dedican a la música (también a los menos jóvenes, por supuesto). Por ello y para ellos solicitamos y exigimos a los responsables del sector: por favor, no los decepcionéis.