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Doce Notas Nº 41 (ref1)


Abril - mayo 2004


En portada:
Joven Orquesta Nacional de España. Foto: Ros Ribas. Cortesía JONDE:
Interior de portada:
Estación de Atocha, 19 de marzo 2004. Fotos: Doce Notas.



PVP: 3,00€

Nº 41
abril - mayo 2004

4 Cartas a la directora

Educación
7 Entrevista a Elisa Roche. María José Cid.
13 “Mundos sonoros por descubrir” XXVI World Conference Isme 2004. Maravillas Díaz.

15 Dosier: Repertorio orquestas
Música sinfónica española, el trozo pequeño de la tarta/Entrevista a Miguel Roa/ Las orquestas reclaman más información y menos cuotas/Para los compositores, queda mucho por hacer en el mundo editorial/Entrevista a José de Eusebio/ Las editoriales, el eslabón débil de la cadena. Guadalupe Caballero, Gloria Collado y Vanessa Montfort.

Opinión
27 Mordentes, Licht, lista. Juan María Solare.
28 En clave de estética. El arte y la nada. José Luis Nieto.

Instrumentos
30 Colección la Fontana, un sueño hecho realidad. Helena Folch-Rusiñol y Alejandro Maluquer.
32 Principales enemigos del instrumento: la madera y la carcoma (2ª parte). Jordi Pinto.
36 Musicora, la feria de París, celebra su 20 edición a la sombra de Frankfurt.
37 Los luthieres de la Toscana trazan su historia.
Fabrizio di Pietrantonio.

Otras secciones
38 Música y Medicina.
Kinesiología y biomecánica de las Artes Escénicas. José Luis Linares.
A tono: Enfermedad profesional. Jaume Rosset i Llobet
40 Publicaciones: libros, partituras y discos.
50 Actualidad.
57 Agenda de Madrid.
62 Agenda Nacional.
68 Conciertos en familia.

Cuaderno de notas
(En páginas centrales)
1 Entre la universidad y el conservatorio. Entrevista a Ana Morante e Isabel Juárez. Xabier Suquía.
5 Actualidad.
9 Cursos y Concursos.
15 No me lo cuentes cántamelo. Cantar y contar ¿Cantar o contar? Elena Montaña.
11-M. Xabier Suquía.
16 Distribución y pequeños anuncios.

EDITORIAL
Resulta arduo recuperar la normalidad cuando la “Historia”, con su gran hache, pasa por encima, como ha sido el caso en estos difíciles días de marzo; días en los que hemos tenido que compatibilizar el cierre de nuestra revista con el drama vivido en Madrid, las agitadas jornadas posteriores y, finalmente, las elecciones generales y las nuevas expectativas políticas. De lo primero, poco podemos decir aquí que no haya sido contado mil veces: el horror del atentado, la solidaridad, los nervios, la emoción a flor de piel, la ciudad atontada, los rumores...

Del proceso que ha desembocado en la llegada de un nuevo gobierno de la mano del PSOE, esperamos que la anunciada sensibilidad hacia la educación, pregonada en la campaña electoral, llegue hasta la castigada educación musical, aunque sólo sea porque la sistemática reticencia del PP hacia la LOGSE ha dañado de modo difícilmente calculable el desarrollo de la reforma musical, iniciada hace doce años y convertida casi desde sus primeros pasos en una caricatura de lo que quería ser y nunca se le dejó.


Pero, el tema grande del presente número no es éste. Es un tema de gran calado que la magnitud de la tragedia vivida en Madrid el 11-M ha terminado por volver insignificante, pero que toca de lleno a eso que se llama la sociedad civil y a sus procesos de maduración, todo ello desde el modesto campo de la música.

Nos referimos a la publicación de la SGAE sobre el repertorio sinfónico español. Ahora puede parecer que hace un siglo de esto, pero hace poco más de dos meses la cúpula de la SGAE y un selecto grupo de compositores convocaron a la prensa para desgranar los resultados de un extenso trabajo cuyas principales conclusiones decían que el peso de la música sinfónica española en la programación de un número destacado de nuestras orquestas no excedía del 16,5 %. La prensa recogió el dato y hubo un lamento general y algunas malas caras en no pocos cenáculos de la vida musical.

En Doce Notas hemos tomado en serio el fondo del problema porque nos ha parecido un perfecto ejemplo de sutil manipulación: se han tomado datos de un número elevado de orquestas, pero no de todas; se ha dejado al margen a la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas y, además, se han eliminado del cómputo todas las actividades fuera de abono (que son las más proclives a recoger programación de riesgo, por ejemplo, la contemporánea).

Con ello los datos puede que tengan más fuerza, pero menos rigor. Y, sobre todo, con el anuncio de una simple estadística, se deja de lado el análisis de quién, cómo y de qué manera se promociona la música española, sustrayendo de cualquier cuestionamiento el papel jugado por las editoriales y, por qué no, por la propia SGAE, que no anda fina últimamente. Hemos pedido opinión, a orquestas, directores, compositores y editoriales y el resultado es un extenso dosier que retrata con toda fidelidad el desbarajuste de la música española y, quizá, el embrión de sus soluciones futuras.