Doce notas - Música y DanzaDoce notas - Música y Danza
 
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Doce Notas Nº 51 (ref1)


Abril - mayo 2006


En portada:
Lugo, 1991, fotografía de Miguel Trillo.



PVP: 3,00€

EDUCACIÓN
8 Los cursos de verano en la Comunidad Valenciana. Gracia Catalá Conca y Héctor Julio Pérez.
12 Estupor, indignación y decepción. Almudena Cano.
14 Trabajar en equipo. David Martí.
15 El conocimiento musical. Gabriel Rusinek.

OPINIÓN
17 En clave de estética. Prejuicios. José Luis Nieto.

INSTRUMENTOS
18 Así tocaba el abuelo: instrumentos de Madrid. Fátima Delgado.
20 El secreto de la eterna juventud: “El Mesías” de Antonio Stradivari. Jordi Pinto.
24 Arpa Plus en Valencia. VIII edición del concurso y exposición de arpas. Zoraida Ávila y Fátima Delgado.

MÚSICA Y MEDICINA
26 Articulación temporomandibular en las artes escénicas (3). José Luis Linares.
28 Problemas de la embocadura (6): lesiones nerviosas. Jaume Rosset i Llobet.

PUBLICACIONES
30 Libros, reseñas y novedades.
34 Partituras. Gerardo Fernández.
38 Grabaciones: Año Mozart, el evento discográfico. Jaime Arroyo Moya.
39 María Infiesta. Mercedes Zavala.

ACTUALIDAD
57 Agenda de Madrid.
60 Agenda Nacional.

PEQUEÑAS NOTAS
66 Dulcinea, el sueño de Cervantes en el Teatro Real. Susana Gaviña.
67 Caixaforum, pionera de los conciertos familiares. Xaviel Villalvilla.
68 Algo más que un trabajo de escuela (crítica). Elena Montaña. Un nutrido público de todas las edades (crítica). Amalia Moreira.
69 Agenda conciertos en familia.

CUADERNO DE NOTAS
(En páginas centrales)
1 En Portada. Adoptar un músico. Proyecto educativo de la Orquesta Nacional de España. Elena Montaña.
4 Aficionarse a la música contemporánea. Carlos Bermejo y Belén López. 6 La orquesta y coro juveniles de la Comunidad de Madrid despegan. Fátima delgado.
8 Publicaciones. Gerardo Fernández.
9 Cursos y concursos.
15 No me lo cuentes, cántamelo. Elena Montaña.
16 Distribución y pequeños anuncios.

EDITORIAL
Los años pasan, para nuestra revista ya han pasado diez, y las penalidades del grado superior de música continúan; es más, se hacen más complejas, aunque sólo sea porque ya no hay quien entienda lo que pasa aquí. Se realiza una reforma de la Educación Musical seria y profunda y los asuntos del grado superior quedan pospuestos, cambian los gobiernos y, con ellos, los partidos políticos y todo sigue igual; se transfieren las competencias educativas a las Comunidades Autónomas y lo único que aumenta es el estupor; se plantea una oportunidad de armonizar la legislación europea en el ámbito de la enseñanza y optamos por seguir aferrados a una miserable parálisis. ¿Será que seguimos en la España de La Regenta, como indica un lector con mucho tino en su ponderada carta?

La catedrática de piano del Conservatorio Superior de Madrid, Almudena Cano, fiel colaboradora de nuestra revista, se pregunta si sirve de algo la firma de 22 Premios Nacionales de Música y las de más de 3.000 profesionales y estudiantes que unen su voz al coro de los que entonan la cantata de la estupefacción. La respuesta debería venir del Senado, donde se debate la LOE y una vez más la música naufraga.

Y como parece que todo es muy complicado, hagamos un esfuerzo por aclarar las cosas a los profesionales de la perplejidad: el grado superior es la enseñanza de la música; no es la única, por supuesto; pero si hay que simplificar hasta el punto en que lo entiendan los más obtusos, éste sería el resumen.

Podemos seguir enseñando a nuestros músicos y amantes de la música desde la base, y luego desviarlos a la enseñanza privada, mantenerlos en el autodidactismo, incentivarlos para que se vayan a un extranjero que cada vez es más accesible, o situarlos en las formaciones pre-profesionales que tan buenos resultados nos han dado (como las jóvenes orquestas). Sólo con ello, el nivel de nuestra formación musical ha subido mucho, pero seguimos careciendo de una enseñanza musical.

Si alguien necesita más ejemplos fáciles, sigamos. ¿Imagina alguien un país que no forme en un plano universitario a sus ingenieros, médicos, científicos, matemáticos, filósofos, abogados, etc.? ¿Qué país con un mínimo de ambición puede permitirse que los profesores arrastren, con justicia o no, insuficiencias formativas intolerables? ¿Por qué se perpetúa este diseño mediocre y digno de una república bananera en este país sean cuales sean sus gobernantes, ideologías o competencias territoriales? ¿Es que nos ha mirado un tuerto?

¡Qué tremenda es esa apuesta por una España pobre, marcada por el voluntarismo y el sonambulismo, y peor aún cuando España ya no es pobre ni está encerrada más que en las cabezas de los sordos!